Plaza: Víctor Cuesta. Ubicación: Cuenca, Ecuador.

Crítica publicada en Café Arquitectónico, el 7 de Mayo del 2012 por . Link: http://bit.ly/2gUouw1

Proyecto: Durán & Hermida
Crítica: Verónica Rosero

Publicado orginalmente en: 30-60 cuaderno latinoamericano de arquitectura. «Microurbano». Abril 2012. http://www.30-60.com.ar/

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Plaza Víctor J. Cuesta, Cuenca Ecuador. Fotografía recuperada de: http://bit.ly/2gUouw1

¿En qué radica la importancia del análisis y crítica de un espacio público? Podría pensarse en primera instancia en un enfoque centrado en el diseño y las intenciones formales. Sin embargo, su crítica adquiere relevancia al poner de relieve el carácter relacional, cultural y cívico del espacio típicamente urbano. La plaza Víctor J. Cuesta (VJC) del estudio de arquitectos Durán & Hermida, es un proyecto de cirugía urbana de mediana escala en el que por encima de su acento estético se encuentra su fomentación a la cohesión social que resalta su carácter de urbano y público (abierto y de acceso universal). Se ha procurado así, abordarlo desde un marco multifocal, partiendo del hecho de que la calidad de las ciudades está en estrecha relación con la calidad de sus espacios públicos.

La presencia de la Plaza VJC en diversas publicaciones no es una casualidad: sus atributos la hicieron merecedora del primer premio nacional de diseño urbano en la XVI Bienal de Arquitectura de Quito. El contundente veredicto del jurado resalta el hecho de haber logrado constituir un espacio público de calidad doméstica, acorde a la escala del contexto, con detalles cuidados y sutiles, poniendo en valor su contorno histórico.

EL ESPACIO PÚBLICO COMO PORTADOR DE UNA CULTURA.

Actualmente nos enfrentamos a la masiva presencia de intervenciones atadas a un mismo proceso que afecta de forma similar a territorios de naturaleza diferente,  donde la vieja ciudad concentrada, de renovada morfología, no queda invicta. Es este un contexto propicio para  explorar estrategias y trazar nuevas líneas que trasciendan los estrechos márgenes de proyectos estandarizados y desanclados del lugar que dejan como resultado paisajes poco representativos de su contenido cultural o simbólico.

Gran parte de la formación académica de los autores del proyecto fue realizada en Barcelona. ¿De qué manera revela éste su condición de haber estudiado fuera? Fue ésta una de las primeras inquietudes a despejar al entrevistar a Augusta Hermida. Consciente de la ineludible influencia que cada situación y cada contexto ejerce sobre los procesos creativos, la arquitecta, estudiosa de la obra de Mies van der Rohe, me habla de su formación en una arquitectura de rigor, universal. Sus proyectos son una manifestación  contemporánea de los atributos de la modernidad, de su economía, su precisión, y del entendimiento de sus formas como relación y estructura organizadora del proyecto.

Pero ¿Cuál es la estrategia para que, partiendo de referentes globales, se  produzca una integración con lo local? Motivo entonces a que su respuesta se enfoque en el ámbito de las pre-existencias, y es allí donde se van dibujando sus intenciones: la capacidad de geometría, de abstracción y de relaciones funcionales y estructurales del modernismo son cualidades que también pueden encontrarse en el Centro Histórico cuencano. Ese orden presente en su configuración y en sus fachadas de arquitectura tradicional es el que dio paso a su declaración como Patrimonio. Por lo tanto, aquel rigor constructivo que antaño tuvo que ser usado en las construcciones de adobe, sus resultados controlados y ordenados, son hoy el marco bajo el cual conciben sus proyectos. “No hay diferencia entre un orden de la vanguardia y un orden de la arquitectura vernácula” comenta, “la pre-existencia (por tanto) es el orden”.

INTERACCIONES E IMAGINARIOS.

La búsqueda de una ciudad sostenible (sin limitarlo al estrecho corsé ambiental) requiere la construcción de espacios urbanos social o culturalmente diversos y funcionalmente complejos, lo que sin duda sucede al explorar estrategias en diálogo con lo local (contextualización) a través de los elementos que configuren sus diferencias, pliegues e irregularidades, características que le otorgan un determinado sentido del lugar. Esto implica el estar conscientes de su multiplicidad de funciones, de la diversidad de motivaciones y acciones de sus usuarios, y de la masa crítica que la propia densidad urbana supone.  Así, se garantiza una utilización del espacio público que contribuya a la complejidad y diversidad del tejido urbano y social, transformándolo en un lugar viable para la sociabilidad (convivencia e interacción) y la identificación colectiva (imaginario).

Con especial énfasis en el uso y disposición del mobiliario urbano y en la presencia de texturas, la Plaza VJC, en funcionamiento desde el año 2008, es ahora susceptible de un análisis post-ocupacional y de una evaluación de las expectativas previas a través de la descripción de algunos itinerarios básicos. Parte sustancial de la calidad de este espacio urbano va de la mano de la disminución de barreras físicas en su tejido. Una cómoda accesibilidad y circulación está garantizada gracias a una única plataforma que se adapta a los niveles de las cuatro esquinas a través de un manejo interesante de terrazas en ambos sentidos que cumplen tanto una función técnica como utilitaria.

En el extremo noreste de la Plaza encontramos una zona verde resultado de un sutil y paulatino transepto de la piedra al césped. Aquí, padres o madres podrán tomar asiento mientras sus niños/as se entretienen en los juegos infantiles dispuestos a lo largo de la pérgola que les da sombra. La disposición y carácter del mobiliario permite a sus usuarios sentarse o recostarse ya sea en el césped o en las propias bancas.

Paralelamente, en el extremo opuesto, tres bancas cumplen la función de parada de autobús. Sin una marquesina que la defina, la gente lo ha convertido su lugar de conglomeración y espera. Las sillas individuales colocadas frente a cada banca fomentan la interacción. Esta actividad se entrecruza a su vez con flujos naturales previamente analizados en los que de forma continuada, los transeúntes atraviesan la plaza en diagonal, recorrido que ha sido trazado de manera sutil mediante las luminarias bajas.

No hay que olvidar la conmemoración a Víctor J. Cuesta que congrega anualmente a los miembros de su organización en la zona dura pre-pensada como espacio de encuentro, presentaciones y representaciones. Es así cómo, en función del entendimiento de la diversidad de usos y comportamientos, y de la complejidad de relaciones entre forma urbana y cohesión social, se obtienen espacios vivos en las ciudades.

TIEMPO Y GOBIERNO DEL ESPACIO PÚBLICO.

En la Plaza VJC las técnicas constructivas, los procesos proyectuales aplicados en su contexto físico e histórico,  vinculan la intervención con el pasado pero abren a la vez nuevas oportunidades hacia el futuro. Este acercamiento al proyecto motivado por las nociones de contextualización y cohesión social tiene una tercera  y fundamental vertiente relacionada con el gobierno de su espacio a lo largo del tiempo. La crítica a través de estas tres vertientes cambia la perspectiva de cómo entendemos el espacio público, a la vez que sirve como estrategia capaz de ampliar las posibilidades de apropiación del espacio.

El Municipio de Cuenca, entidad púbica encargada de la construcción del proyecto, cumplió un rol esencial en su ejecución, permitiendo una participación activa de los autores del proyecto a través de la dirección arquitectónica.  Dentro del sistema de espacios públicos de Cuenca, el proyecto constituyó un mérito en trabajo público y motivó a la concreción de otros proyectos. Por muy tangencial que pueda parecer, es importante recalcar el hecho de que se haya tomado la decisión política de realizar la intervención y de garantizar su financiación y correcta ejecución.

Sin embargo, el proyecto se ve hoy enfrentado al deterioro, a la vista de una nueva administración. Factores como usos no previstos y ocasionales actos vandálicos han provocado el detrimento de esta valiosa intervención. No hay duda de que el debate implica una responsabilidad compartida, donde la conservación de los espacios públicos depende en gran medida de la administración pública, pero también de los ciudadanos que los usan. Herramientas como la posibilidad de interacción y el diálogo abierto con su contexto, presentes en un proyecto como la Plaza VJC, pueden incitar a la gente a formar parte activa de su entorno, a sentirse comprometida con el mismo y cuidar de él.  Es pertinente quizá pensar en el posible involucramiento del sector privado, pero siempre con la consciencia de que jamás podrá ponerse en peligro características tan fundamentales de un espacio público como son la igualdad, la pluralidad, la accesibilidad; en definitiva, la libertad como claro signo de progreso de cara al futuro.

 

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